Jesús Barroso es maestro, director de un centro público de Infantil y Primaria, formador de docentes y alma inquieta detrás de la cuenta @elteachertic. Desde las aulas de Salamanca y también desde su implicación activa en la formación del profesorado, defiende con pasión una educación digital con propósito, emocional y profundamente humana. Su visión combina experiencia, reflexión y un compromiso firme con el cambio pedagógico desde lo cercano.
En esta entrevista, Jesús nos abre las puertas de su historia, sus referentes y su forma de entender la tecnología en el aula: como una herramienta poderosa, sí, pero siempre al servicio del aprendizaje, la curiosidad y el vínculo con los alumnos. Hablamos de innovación, del papel clave de los equipos directivos, del potencial de lo rural… y de cómo avanzar hacia una educación que no pierda de vista lo que realmente importa: las personas.
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- Una app o herramienta TIC que te tiene enganchado últimamente:
Sin duda, Canva. Es una herramienta que no deja de sorprenderme. Lo que empezó como una aplicación para diseñar presentaciones y recursos de forma sencilla, se ha convertido en un entorno completísimo para docentes. Lo uso casi a diario para crear desde infografías y rúbricas visuales hasta vídeos, fichas o contenidos para redes sociales. Pero lo más potente es que ha incorporado recientemente funciones basadas en inteligencia artificial que agilizan muchísimo nuestro trabajo: puedes editar imágenes, convertir textos en presentaciones automáticamente o incluso crear contenido adaptado a diferentes niveles del alumnado.
Esto nos permite centrarnos más en lo pedagógico y menos en lo técnico. Además, su cantidad de recursos y archivos-modelo y la posibilidad de trabajar de forma colaborativa lo hacen ideal para el aula. No solo eso, puedes integrar a tus alumnos en una clase virtual, y enseñarles a usar la aplicación en un entorno donde lo tienen todo, donde pueden compartir con el docente el trabajo creado y recibir el feedback. Es una aplicación que motiva mucho al alumnado y les permite que adopten un papel activo en el aula, de forma individual o grupal.
- ¿Tu momento favorito del día cuando estás en el aula?
Ese instante en el que explicas algo nuevo y notas cómo se despierta la ilusión en sus caras. Me encanta cuando introduzco un contenido que, además de ser novedoso para ellos, les hace reflexionar sobre el mundo que les rodea: el cambio climático, la igualdad, la sostenibilidad, la empatía… Esos aprendizajes que conectan con su vida y les ayudan a tomar conciencia de los retos actuales me parecen imprescindibles. Y si encima lo acompañamos de una actividad que les permita participar, crear o compartir lo aprendido, entonces la magia se multiplica. Esos momentos en los que se enciende la chispa de la curiosidad y sienten que lo que aprenden importa… son los que me hacen seguir con la misma pasión cada día.
- ¿Un profe que te marcó y por qué?
Sin duda, Mariló, mi profesora de Lengua y Literatura. Supo ver en mí algo especial cuando yo aún no era consciente de ello. Enseñaba con una pasión contagiosa, con una claridad increíble, de forma que todos, fuéramos como fuéramos o viniéramos de donde viniéramos, podíamos entender, conectar y disfrutar. Y eso tenía aún más valor para mí, porque yo venía de una comunidad autónoma diferente y, al principio, me costó adaptarme un poco a la forma de enseñar del nuevo colegio. Ella lo supo ver y me acompañó desde el primer día, sin juicios y con una cercanía que marcó la diferencia.
Durante una etapa estuve interno en el colegio, porque mis padres estaban lejos (aunque siempre presentes) y Mariló fue quien estuvo ahí, en el aula, todos los días, preguntándome cómo estaba y cómo me sentía. Nunca olvidaré su mirada atenta, su cuidado discreto, y una de las lecturas que nos recomendó y que me marcó profundamente: El Camino, de Miguel Delibes. Fue el primer libro que me hizo sentir que la literatura también podía hablar de mí.
- ¿Una asignatura que reinventarías con tecnología y cómo?
Por supuesto, Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza. Ambas tienen un potencial enorme para transformarse con ayuda de la tecnología y convertirse en asignaturas verdaderamente vivenciales, conectadas con el presente y con el entorno del alumnado. En Sociales, por ejemplo, podemos usar la realidad aumentada para explorar civilizaciones antiguas, visitar museos virtuales o crear líneas del tiempo interactivas en las que el alumnado investiga y construye conocimiento en equipo. Y en Naturales, la tecnología nos permite observar el cuerpo humano en 3D, realizar experimentos guiados en laboratorios virtuales o documentar el crecimiento de una planta mediante fotos y vídeos que luego editan y presentan.
Herramientas como Google Earth, Canva, Genially, o incluso los asistentes de IA pueden ayudar a que los estudiantes no solo memoricen, sino que comprendan, reflexionen y actúen. Porque no se trata solo de aprender sobre el mundo, sino de entender cómo podemos cuidarlo y transformarlo desde el aula.
- ¿Qué hacías de niño que ya apuntaba maneras de profe tech?
Desde muy pequeño tuve claro que quería ser maestro. De hecho, en algunos carnavales de mi pueblo Ahigal, en Extremadura, me disfrazaba de profe, con un traje de mi padre y una libreta llena de “deberes” inventados. También recuerdo cuando, con otros niños, montábamos teatros en la Plazuela del pueblo y siempre había un papel de profesor… y ahí estaba yo, encantado. Pero, además, en el colegio siempre se me dio especialmente bien la informática. Desde los primeros momentos en los que empezamos a trabajar con el MS-DOS, ya me sentía cómodo en los entornos digitales. Me gustaba experimentar, probar comandos, entender cómo funcionaban las cosas por dentro. Esa combinación de vocación docente y pasión por la tecnología fue creciendo conmigo… y hoy sigue más viva que nunca.
¡Ahora conozcamos más a Jesús!

- Jesús, eres una referencia en el uso de tecnología en el aula y un gran comunicador. ¿Cómo empezó tu camino en el mundo de la educación digital y qué fue lo que más te enganchó de este enfoque?
Mi camino en la educación digital comenzó desde una inquietud muy personal por mejorar la forma en que conectaba con mi alumnado. En mis primeros años como maestro ya intuía que la tecnología podía ofrecernos nuevas formas de enseñar, de motivar y de dar voz a todos los alumnos y alumnas. Poco a poco fui experimentando con herramientas digitales sencillas, viendo cómo aumentaba su implicación, cómo se convertían en protagonistas activos del aprendizaje.
Una etapa muy importante fue cuando trabajé durante dos años en el CFIE de Miranda de Ebro (Centro de Formación del Profesorado). Allí tuve la oportunidad de impartir mis primeros cursos para docentes, compartir experiencias y aprender muchísimo con y de otros compañeros. Fue una experiencia profundamente enriquecedora que marcó mi forma de ver la formación y me animó a seguir creciendo en este camino.
Después llegó un punto de inflexión: la pandemia. En medio de ese contexto de incertidumbre, sentí la necesidad de compartir lo que sabía y ayudar a otros docentes que estaban atravesando los mismos retos. Fue entonces cuando nació el perfil de Instagram @elteachertic, con la intención de ofrecer recursos, ideas, apoyo e inspiración. Lo que empezó como algo sencillo, se ha convertido con el tiempo en una comunidad maravillosa y en un proyecto que me ha hecho crecer mucho, tanto a nivel profesional como personal. Ha sido, y sigue siendo, una aventura que me reafirma cada día en mi vocación: enseñar, acompañar y seguir aprendiendo con los demás.
- Eres profe, formador y comunicador. ¿Cómo combinas estos tres roles en tu día a día y qué te aporta cada uno a nivel personal y profesional?
Son tres roles que se complementan y alimentan entre sí. En el aula soy maestro, y eso es el corazón de todo. Ahí es donde vivo lo que soy y la realidad educativa más pura: con mis alumnos, probando, equivocándome, aprendiendo con ellos. Como formador, tengo la oportunidad de compartir lo que funciona (y también lo que no), de escuchar a otros docentes y construir conocimiento juntos. Es un aprendizaje bidireccional constante. Y como comunicador, intento trasladar todo eso al mundo digital, visibilizar lo que ocurre en nuestras aulas, compartir recursos, generar redes de apoyo y acompañamiento entre docentes.
Además, soy director de un colegio público de Infantil y Primaria en Salamanca, y ese rol también me ha permitido impulsar cambios desde una perspectiva más global. En el centro hemos apostado por la formación en competencia digital docente y hemos dado pasos importantes para integrar más la tecnología en el proyecto educativo. Me encanta poder acompañar a mis compañeros en ese camino, aportar desde la cercanía y ayudar en lo que humildemente conozco. Para mí, liderar no es mandar, es estar, es escuchar y apoyar. Y todo eso me aporta una visión muy completa y real de lo que necesita hoy la educación.
- Integrar la tecnología en el aula, sobre todo en primaria, puede ser un reto. Desde tu visión, ¿qué tiene que pasar en un cole para que el cambio digital no dependa solo de un profe motivado, sino que se convierta en parte del proyecto educativo?
Lo primero que tiene que pasar es que el cambio digital deje de ser responsabilidad de “ese profe que se le da bien la tecnología” y se convierta en una apuesta conjunta del claustro, respaldada desde la dirección y reflejada en el proyecto educativo del centro. Pero para que eso ocurra, el profesorado tiene que sentir la necesidad real de formarse, de actualizarse. Y aquí juega un papel clave la administración: es necesario que valore y recompense mejor esta formación, con incentivos reales que motiven al docente a seguir aprendiendo.
También es importante que seamos conscientes de que la sociedad ha cambiado, y con ella, las necesidades del alumnado. Igual que un cardiólogo se forma constantemente para estar al día con las nuevas técnicas y atender mejor a sus pacientes, nosotros, como docentes, tenemos la responsabilidad de aprender nuevas prácticas educativas que respondan a los retos del siglo XXI. No podemos seguir enseñando como en el siglo pasado a una generación que vive en el presente digital y que se enfrentará a un futuro aún más cambiante.
Por eso, el cambio solo será real y sostenible cuando exista una cultura compartida de mejora continua, cuando se fomente el trabajo en equipo, la formación entre iguales y se valore tanto el proceso como los pequeños avances. Innovar no es hacerlo todo distinto, es hacerlo con sentido, con propósito y en comunidad.
- Muchas veces se habla de “meter tecnología”, pero no de cómo hacerlo con sentido. ¿Qué elementos no pueden faltar para que una práctica con TIC sea realmente significativa?
Lo primero es tener claro que la tecnología no debe entrar en el aula porque “toca” o porque está de moda, sino porque tiene un propósito pedagógico claro. Cada práctica con TIC debe estar al servicio del aprendizaje y nacer de una necesidad real del alumnado. Tiene que promover la participación activa, el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración. Si el alumno no está implicado, si no está creando, explorando o reflexionando, probablemente esa práctica no está aportando tanto como creemos.
Además, es imprescindible contar con un buen Plan Digital de centro. No se trata de un simple documento, sino de una hoja de ruta realista, adaptada al contexto de cada colegio, y que oriente a todo el equipo docente en el uso pedagógico de la tecnología. Un plan digital debe ser un documento vivo, que se revise, se actualice y se integre de forma coherente en los planes de formación, en las programaciones y en el día a día del aula. De esta manera, evitamos improvisaciones y damos un sentido global al uso de las TIC en el centro.
Y, por supuesto, no puede faltar la reflexión pedagógica. Antes de utilizar una herramienta tecnológica, el docente debería preguntarse: ¿por qué la uso?, ¿qué aporta?, ¿cómo mejora el aprendizaje?, ¿qué rol tendrá el alumno?, ¿cómo lo voy a evaluar? Cuando las respuestas son claras, la tecnología deja de ser un adorno y se convierte en una herramienta poderosa de transformación educativa.
- Hay mucho debate sobre el equilibrio entre pantallas y aprendizaje activo. ¿Cómo crees que podemos integrar la tecnología sin perder el componente humano, emocional y lúdico del aprendizaje en primaria?
Primaria es una etapa profundamente emocional y vivencial. El alumnado necesita moverse, jugar, explorar con las manos, mirar a los ojos. Por eso, la tecnología debe integrarse como complemento, no como sustituto. Debe usarse para documentar procesos, crear contenidos, conectar con otras realidades… pero sin desplazar el juego libre, la conversación o el trabajo manipulativo. Se trata de construir un equilibrio sano y flexible, donde la pantalla no robe protagonismo a lo humano, sino que lo refuerce. Por ejemplo, un miniportátil puede servir para grabar una entrevista que han preparado en grupo, para investigar sobre animales del entorno, o para crear un cuento digital entre todos. Lo esencial es que haya emoción, vínculo y sentido pedagógico.

- Si un profe que quiere empezar en esto te pidiera un solo consejo para dar el primer paso con confianza, ¿cuál sería?
Que empiece con algo pequeño, significativo y que le motive. No hace falta dominar mil herramientas. Basta con una actividad, una idea, una ilusión. Y sobre todo, que sepa que no está solo. Que busque apoyo, que observe lo que hacen otros, que comparta sus dudas y avances. Empezar es un acto de valentía, pero también de comunidad. La tecnología no se trata de ser experto, sino de tener ganas de seguir aprendiendo con y para nuestros alumnos.
- Como Director de un centro educativo, ¿qué estrategias crees que funcionan mejor para liderar un cambio digital que sea duradero?
Una de las claves es liderar desde la cercanía, sabiendo que el cambio no se impone, se acompaña. Hay que escuchar al claustro, implicarlo desde el principio y marcar una dirección clara, pero flexible, adaptada a la realidad del centro. Es fundamental que el cambio digital esté integrado en el proyecto educativo del colegio, pero también que se trabaje en pequeños pasos, con objetivos alcanzables y medibles.
Además, como director, creo que es imprescindible ser consciente de las distintas realidades del claustro. No todos los docentes parten del mismo nivel de competencia digital, y eso no debe ser nunca motivo de juicio, sino de acompañamiento. Hay que ayudar a crecer a quien lo necesita, con paciencia, empatía y formación adaptada. Y, al mismo tiempo, reconocer a quienes ya manejan con soltura ciertas herramientas o metodologías para que puedan convertirse en referentes cercanos y apoyar a otros compañeros. Generar ese clima de colaboración horizontal y confianza es clave para que el cambio sea real y duradero.
También funciona muy bien impulsar dinámicas de formación entre iguales, facilitar espacios de reflexión y reconocer públicamente las buenas prácticas. El liderazgo digital no se trata de saberlo todo, sino de generar las condiciones para que todos se sientan capaces de avanzar. Cuando el equipo crece en conjunto, crece el centro.
- ¿Cómo imaginas el aula del futuro? ¿Qué papel tendrá la tecnología y qué valores educativos deberían seguir intactos?
Imagino un aula más flexible, menos encorsetada por horarios o espacios, y mucho más conectada con la realidad del alumnado. Un aula que no sea solo física, sino también digital, donde se trabaje por proyectos, con metodologías activas, y donde cada alumno pueda avanzar a su ritmo, desarrollar su creatividad y aprender en comunidad. La tecnología, por supuesto, estará presente, pero de forma natural e integrada, como una herramienta más al servicio del aprendizaje, no como protagonista.
Pero además, tengo la convicción de que el futuro de la educación también pasa por redescubrir el valor de lo rural. Creo que la sociedad irá reconociendo cada vez más la importancia de los pueblos, especialmente en comunidades como Castilla y León.
El entorno rural ofrece un marco ideal para un aprendizaje auténtico, conectado con la naturaleza, con una comunidad más pequeña que favorece los vínculos, la colaboración y la personalización educativa. Imagino una educación rural renovada, que aproveche los recursos digitales de última generación (realidad aumentada, dispositivos móviles, robótica, inteligencia artificial…) pero sin perder nunca el contacto con lo esencial: el entorno natural, las relaciones humanas, la cultura y los valores del territorio. Esto es algo que traté de aplicar en pueblos en los que he estado trabajando, como Belorado, Ciudad Rodrigo y Monleras. Una escuela del siglo XXI que no se parezca a la de hace 100 años, pero que siga cuidando lo que realmente importa: las personas.
- ¿Qué opinas sobre plataformas como FunTech Rocket, que apuestan por el desarrollo del pensamiento computacional y el aprendizaje de programación desde los 6 años?
Me parece una propuesta muy valiosa, siempre que se enfoque de forma lúdica, creativa y adaptada a los ritmos del alumnado. El pensamiento computacional no es solo aprender a programar; es aprender a pensar con lógica, a resolver problemas, a descomponer tareas complejas y a trabajar con estrategia y colaboración. Todo eso tiene un valor inmenso dentro y fuera del aula. Además, no podemos ignorar que muchos de los trabajos del futuro, incluso algunos que aún no existen, requerirán conocimientos de programación o al menos una familiaridad con entornos tecnológicos. Por eso, comenzar desde edades tempranas, cuando se hace bien, puede ser una gran oportunidad. Y no se trata de “añadir” algo nuevo, porque el pensamiento computacional ya forma parte del currículo, especialmente en áreas como Matemáticas o Ciencias de la Naturaleza, donde se abordan contenidos relacionados con la resolución de problemas, la lógica o la modelización.
Si plataformas como FunTech Rocket logran acercar estos aprendizajes de forma significativa y motivadora, pueden ser un recurso potente para acompañar a los niños y niñas en el desarrollo de competencias clave para su presente y su futuro. Siempre, eso sí, con equilibrio y con atención a lo pedagógico por encima de lo puramente técnico.
- Y para terminar… ¿qué opinas de eliminación el uso individual de dispositivos digitales en los colegios y las restricciones de uso adoptadas recientemente en diferentes comunidades?
Es un tema que merece un debate serio y profundo. Entiendo que haya preocupación por el uso excesivo de pantallas o por el posible impacto de la tecnología en la atención, la socialización o el bienestar del alumnado. Pero creo sinceramente que prohibir el uso individual de dispositivos digitales de forma generalizada no es el camino más adecuado. La solución no pasa por eliminar, sino por educar. Vivimos en una sociedad digital, y nuestros alumnos ya están expuestos a la tecnología desde edades muy tempranas. La escuela, lejos de apartarlos de ese mundo, debería ser el lugar donde aprendan a usarlo de forma crítica, responsable, equilibrada y con sentido. Enseñar a hacer un buen uso es mucho más potente que prohibir directamente. Porque si no educamos nosotros, lo harán otros… sin criterios pedagógicos, sin acompañamiento y sin filtro.
Además, hay que diferenciar entre tipos de uso. No es lo mismo un alumno navegando sin supervisión que utilizando una tablet para crear un podcast con su grupo, investigar sobre un tema de Ciencias o grabar una entrevista para un proyecto de aula. El problema no es el dispositivo, es cómo se utiliza, con qué finalidad, durante cuánto tiempo y en qué contexto. En lugar de imponer restricciones generalizadas, deberíamos apostar por marcos de uso claros, adaptados a cada etapa educativa, y acompañados por planes digitales de centro bien estructurados. También es importante formar a las familias, para que en casa puedan continuar esa labor educativa. Hay familias que regalan a sus hijos dispositivos digitales sin prepararlos previamente, sin enseñarles los peligros que tienen, sin aplicarles un control parental… y creo que esto es una responsabilidad compartida.
Prohibir puede dar una falsa sensación de control, pero no prepara al alumnado para enfrentarse a un mundo donde la tecnología está y estará presente. Educar sí lo hace. Y eso, aunque más complejo, es lo que de verdad transforma.
Conversar con Jesús Barroso es un soplo de aire fresco. Su manera de hablar sobre tecnología, educación y comunidad inspira porque no pierde nunca el foco: lo importante no son las herramientas, sino cómo las usamos para acompañar mejor a nuestros alumnos. Desde FunTech Rocket, compartimos esa mirada y creemos, como él, que el cambio educativo se construye con propósito, con equipo y con mucho corazón.
Gracias, Jesús, por recordarnos que innovar no es hacerlo todo distinto, sino hacerlo con sentido.
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